El cascarrabias genial de Dante Panzeri, gritaba a los cuatro vientos: “Este libro no sirve para nada”, haciendo referencia a su libro: “FUTBOL, DINAMICA DE LO IMPENSADO”.
Vaya si tenía razón, porque en el fútbol, no se puede adivinar. Según su forma de ver y pensar este deporte, bien jugado tiene tácticas y muchas…pero todas en el momento imprevistas; no existe ordenación posible que gane partidos, sin depender de la capacidad individual de los jugadores –gritaba Panzeri-, lo que nos lleva a asimilarlo, a la famosa frase del filósofo y ensayista José Ortega y Gasset, “El plan es…el jugador y su circunstancia”.
Colón de Santa Fe, comprobado su arraigo popular en varios acompañamientos multitudinarios, el último en San Pablo, donde unas 6000 almas comprometidas sentimentalmente, revoleó muy alto sus colores tras la victoria en el mítico Morumbí.
El plan estratégico de su técnico fue interpretado a la perfección por los actores elegidos. Había que mantener el arco en cero y conseguir un gol de visitante.
El objetivo conseguido, trajo primero el asombro, luego el festejo incontrolable y luego la calma para la reflexión. Son partidos que escapan al denominador común, son de 180 minutos.
Uno a cero fue la victoria para el Sabalero, pero ahora hay que jugar 90 minutos más, que serán calculados y meditados para saber qué estrategia emplear.
A nadie escapa, menos aún al técnico, que su equipo juega cada partido aferrado a un sistema casi similar en cada encuentro; defendiendo en campo chico, con sacrificio, voluntad y solidaridad y saliendo de contra cuando se tiene la pelota casi con dos o tres toques, que generalmente nacen en Fritzler, Alan Ruiz y apertura a los marcadores transformados en volantes para buscar al solitario Correa o la trabajada “pelota parada”.
Colón no es un equipo con pimienta goleadora, casi convierte en cuentagotas, pero lo destacable es que, generalmente consigue marcar un gol en casi todos los partidos y luego a defenderlo a ultranza.
Domínguez lo sabe y así lo planifica en cada encuentro; pero también sabe Dominguez, que su rival, es un equipo de mayor peso ofensivo y que a nadie puede sorprender, que pueda marcar más de un gol y en esta Copa Sudamericana el gol de visitante vale doble.
Aquí aparece Rene Descartes, el filósofo francés, el padre de la “Duda Metodológica”, que ha comprendido de hecho, que los sentidos nos engañan a menudo y no hay seguridad, para evitar que la vigilia, supere al sueño.
El dilema “Cartesiano “de Eduardo Domínguez, es encontrar el plan del Sabalero, jugando de local. Ganando 1 a 0, seguramente pensará, en la capacidad ofensiva del equipo de Aguirre, acostumbrado a hacerse presente en el la red visitante.
Mantendrá el esquema del Morumbí, defendiendo el cero en campo chico o variara la estrategia sabiendo que si los brasileros marcan dos veces, Colón con su limitación ofensiva, deberá conquistar 3 goles, para ir a los penales.
Un cambio de estrategia, lleva a pensar en un cambio de nombres, salir a buscar el juego, con un equipo más largo, sin ofrecer fragilidad defensiva. Todo un desafío en el planteo a desarrollar y si cambia, la necesidad imperiosa es, que los actores respondan al libreto.
Dos y solo dos son las posibilidades; repetir el libreto y confiar en el cero o al menos maniatar, otra vez al San Pablo, para que no marque dos veces, es la primera opción, o jugar a pleno la posibilidad de que Colón, pueda marcar más goles.
Descartes y la duda en busca de la certeza o Panzeri y Ortega y Gasset, pensando que el plan pasa por el jugador y su circunstancia.
Seguramente Eduardo Domínguez pondrá la cabeza en el frezeer, en busca de la frialdad, conque maneja su estrategia en cada partido y el convencimiento de poder trasmitir su plan en forma certera, con un mínimo de errores.
Es un partido de fútbol, pero si me permiten, imagino al Otelo de Shaquespeare, cuando calavera en mano se preguntaba “SER O NO SER…PROTAGONISTA”.
Si acierta, será otra página llena de historia en libro grande de Colón en un estadio repleto, teñido a fuego…con el Rojo y Negro pintado en cada corazón Sabalero.