“El básquet es amistad”, reza un antiguo refrán. Bien aplica a lo que sucedió este sábado por la mañana en el hotel de la Costanera Este. La presencia estelar de Rubén Magnano convocó a la comunidad basquetbolera de Santa Fe. Ante un atento silencio, el público brindó pleitesía al maestro, que impoluto y con plena vigencia llenó de conceptos la sala.
Invitado por la Asociación Santafesina de Básquetbol, el técnico que ganó el oro con la Selección Argentina en Atenas 2004 brindó una extensa charla donde interpeló a los presentes a compartir sus experiencias, sus saberes. Todos fueron a escuchar alguna anécdota del “padre de la criatura”, pero se llevaron algo más.
Gabriel Darrás, presidente de la ASB y el dirigente Daniel Dorfman, fueron los encargados de romper el hielo e introducir la charla. Agradecimientos de por medio, y un breve introito dieron paso a la palabra ansiada.
Conceptos como “el club en Argentina es una bendición”, se repitieron a lo largo de los 90 minutos que duró la exposición que, además, combinó intercambios con el público. “Es un valor agregado enorme. Ojalá haya miles de ‘Luna de Avellaneda’ (N del R: en relación a la película de Juan José Campanella)”, continuaba ya entrado en clima el cordobés; y seguía: “el argentino tiene en el ADN el club”.
“¿Ustedes piensan que yo le di sentido de pertenencia a la Selección Nacional? Eso ha sido una construcción de valores del día a día. Entonces, ¿Quién está al frente? ¿Quién quién enseñó? ¿Quién acompañó? ¿Quién corrigió? ¿Quién lo ayudó? ¿Quién lo apoyó? A todos. Entonces, eso nosotros lo usufructuamos”, proseguía el profesor.
“Las actitudes arrastran, los hechos arrastran. Nuestra gente toma la imagen de club. Nuestra gente o nuestro ambiente de trabajo aprende por impregnación de las actitudes de las personas que conviven con nosotros. Llámese su entrenador, llámese el papá, llámese el que sea el dirigente, sus compañeros. Y ahí vamos, como digo yo, vamos tejiendo un escarpin punto por punto”, los conceptos seguían.
En el avance de la charla, Magnano comenzó a tocar temas inherentes a la Selección. La atención llegaba a su máximo nivel. Para fortuna de todos, a nadie le importaba otra cosa que escuchar las ideas del entrenador cordobés.
“Hay un término, una frase que yo uso mucho en mis charlas, que se llaman mis tiempos de trinchera”, lanzó y rápidamente la contextualizó. “Hace referencia básicamente a 8 años de primer asistente técnico de la selección argentina. El año 92 preolímpico de Portland. Cuando se juega contra el primer equipo hasta el año 2000 que a mí me dan el testimonio”, sostuvo.
Y continuó: “Yo siempre fui extremadamente cauto cuando tuve ataques de prosperidad. Muy cauto. Nunca se me ocurrió una cosa que lo dificultara de manera poco, que también era una cosa muy interesante que me ha sucedido: si un día se tendría que hacer todo de nuevo, eligiría ‘la capacidad de disfrute’”.
Los “cómo” y las normas
Con un público totalmente inmerso en la charla, Magnano habló de las formas, de los cómo y finalmente introdujo la idea de las normas. Puso como ejemplo las suyas, que son valga la redundancia, su verdad.
“Los normas se repiten y pueden ser traspasadas a distintas culturas, distintas organizaciones, distintos equipos, son siempre los mismos Yo creo que la menor razón importantísimo en cualquier estructura”, señaló al tiempo de reconocer que hay algunas cuestiones que debería revisar; por caso, el uso de los teléfonos celulares.
“Las normas son termómetro también de lo que vas percibiendo, digamos, de de de de las Necesidades de normas que vas a tener normas que van a regir tu comportamiento y te van a ayudar a transitar convencido de la norma, porque las normas son el como le dije, pero hay un agente movilizador que son los objetivos que te practicas.
Y reafirmó: “Nuestra selección gozó de muchísima saludabilidad por esa humildad. Ustedes creen que yo era del paladar de todo, ni ahí. Por eso tampoco estaba preocupado por eso. Estaba preocupado por cómo lo estábamos preparando, que nadie atente con la concepción de equipo. No hay nombre propio que supere al equipo. El no reconocer lo que nos hace mal, nos hace infelices”..
La Selección
Los logros, la trayectoria y una anécdota. El profesor Magnano no pudo sortear la pregunta sobre cómo vivió esos segundos infartantes, cuando Emanuel Ginóbili convirtió un tiro imposible ante Serbia y le dio la victoria a la Selección. El DT fue filmado corriendo al borde de la cancha, en una imagen poco común en él.
“Dicen que la adrenalina hace que a veces uno se pierda unos segundos. Yo creo que estaba en un nivel de adrenalina que no me acordaba de lo que había hecho. Al otro día en la Villa Olímpica, me agarra Ginóbili y me dice ‘¿viste lo que hiciste?’. No lo podía creer”, reconoció Magnano en el clímax de la charla. El público respondió con risas y aplausos.
Continuando con aquel seleccionado campeón, su entrenador advirtió: “El equipo dio una respuesta a la ausencia de grandes personajes que nadie niega de su importancia, pero que no se apoya por eso básicamente. Si no, no se hubiese logrado el resultado o por lo menos competir como se compitió”.
“En momentos de adversidad, a veces se despierta el talento que en épocas propias, parece dormido. Pero cómo se despierta, ¿por qué se despierta? porque preparado, se trabajó. Desde el día 1 al primer día hasta el día que fue el balón al aire se trabajó y se entrenó como correspondía”, sumó.
Salud
Para lo último y no menos importante, el cordobés tocó el tema de la salud en el deporte, particularmente en el básquet. Puso en debate los cuidados y las cuestiones organizativas que llevan a que se jueguen 80 partidos por año, algo difícil de sobrellevar para jóvenes sin la preparación adecuada.
“Nos atormenta el deseo de ganar; a cualquier precio y utilizando como trampolín para nosotros, no para ellos, para nosotros, como trampolín a ver si conseguimos saltar y un paso más adelante y como más arriba”, reconoció el técnico.
Reconocimiento final
Las palabras del entrenador llegaron a cada oyente que devolvió con aplausos y el respeto del silencio. Al término de la charla, se abrieron preguntas y luego se le entregaron al protagonista una serie de regalos. Uno más pintorescos que otro, para escapar de la trillada plaqueta
Fuente: El Litoral